Poco antes de recibirse en el IUPFA, el oficial de Seguridad Javier Valenzuela, de la Policía de Neuquén, vivió una inolvidable experiencia en un solitario paraje de Colombia que le permitió llevar a la práctica sus estudios en Gestión Integral de Riesgos.
“A lo largo de estos años muchos docentes me dijeron en el IUPFA que la carrera es como una mochila, en la que uno va sumando herramientas que en algún momento va a usar. Tras vivir una experiencia inolvidable en Colombia un mes antes de recibirme, ahora puedo asegurar que realmente es así”.
Quien orgullosamente brinda ese testimonio es Javier Valenzuela, oficial de Seguridad de la Policía de Neuquén, quien resultó ganador de una beca del programa “Potenciar” del gobierno de la ciudad de Buenos Aires junto a otros 24 jóvenes estudiantes universitarios de todo el país.
Junto a ellos logró acceder a una pasantía internacional en Colombia organizada por AIESEC, organización no gubernamental con presencia en 128 países, que se dedica a trabajar sobre objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas.
Alumno de la Licenciatura en Gestión de Siniestros del IUPFA, Valenzuela se encontró meses atrás en medio de la montaña, en un solitario paraje de una comunidad llamada Quiba, de muy difícil acceso.
Llegó allí para aplicar sus conocimientos al desarrollo sostenible de esa población a través del empoderamiento de los jóvenes del lugar, pero las cosas no fueron sencillas. Al menos al principio. “las primeras semanas no fueron fáciles, al contrario, fueron muy desafiantes, porque no es lo mismo tener los conocimientos teóricos que llevarlos a la práctica”.
-¿Qué le tocó hacer?
-En desarrollo sostenible una de las cuestiones a tener en cuenta es que sea pensado desde la perspectiva de la Gestión Integral de Riesgos. Entonces a mí me tocó elaborar escenarios de riesgos que se ciernen sobre esa comunidad. Y no fue sencillo, pero tuve una asistencia constante del director de la carrera en el Instituto (Ricardo Nievas) para saber cómo manejarme. Tuve que determinar qué eventos habían sucedido, hablar con los pobladores más viejos y buscar registros que estuvieran en pie, entre otras cosas acciones.
-¿Y con qué se encontró?
-La máxima problemática que tenía la comunidad, de acuerdo a esos estudios estadísticos y otros, es la lejanía –es un lugar en plena montaña- y la dificultad de acceso. De modo que el problema no era alguna cuestión natural sino la lejanía con un primer centro de asistencia, sobre todo médico. En esta comunidad muchos pobladores murieron porque la ambulancia no pudo llegar. Entonces trabajamos directamente sobre esas vulnerabilidades, que tienen que ver con lo geográfico -por el lugar donde se encuentran- y con lo cultural, porque si bien ellos no son pueblos aborígenes, sí son gente de campo, con costumbres distintas a la gente de la ciudad. Trabajamos sobre la reducción de esas vulnerabilidades.
-¿Es una experiencia válida también para aplicar en nuestro país?
-Fue una experiencia formidable y, por supuesto, voy a aplicar muchísimo de lo aprendido. Porque fue poner en práctica lo que aprendí en cuatro años de carrera. Por un lado me di cuenta de algunas dificultades: uno tiene los conocimientos en el ámbito teórico pero hay una distancia con la realidad y hasta que no sucede ese choque, cuesta mucho. Y a la vez me di cuenta que contaba con todas las herramientas.
Comprobé que la carrera puntualmente, en sus conceptos y forma de trabajo con que se maneja en el Instituto es algo muy nuevo en el mundo. Pensaba que Colombia podía tener la Gestión Integral de Riesgos un poco más desarrollada pero no es tan así. Existen algunas líneas en el ámbito académico, pero no en la práctica ni en la realidad, entonces fue importante la vivencia porque pudimos generar un nexo con la protección civil de la Alcaidía de Bogotá. Ahí me di cuenta que somos pioneros en esta cuestión.
-¿Cómo sigue su carrera profesional a partir de esta vivencia?
-Lo que trabajé allá es la construcción de un escenario de riesgo, que es la base para nuestra disciplina. Eso sin dudas me va a servir mucho para saber cómo arrancar, cómo tener ese contacto con la gente en base a los datos que se necesitan. Ahora vuelvo a Neuquén y voy a trabajar desde esa experiencia, en algo nuevo que se va a aplicar allá. La Policía de Neuquén no tiene un área de siniestros, entonces veremos cuáles son las oportunidades que se irán generando para crear un espacio y avanzar en ese objetivo. La visión que tuvo Neuquén en enviarme a estudiar esta carrera tiene que ver con el crecimiento que está teniendo en función de Vaca Muerta. Esa fue la visión desde el primer momento: hay un crecimiento que controlar y para eso hay que contar con profesionales que tengan que ver con el área de siniestros, puntualmente, para que ese crecimiento se transforme en desarrollo y tengamos cubierto un pilar fundamental como lo es el de la gestión de riesgos.
-O sea que su paso por el Instituto cambió sus planes originales.
-Sí, para mí la carrera fue un cambio de paradigma. Llegué con formación más vinculada a la lucha contra los delitos, no tanto con lo que es la seguridad ciudadana o la vida de las personas. A medida que fui descubriendo la carrera y con el transcurrir de los años comencé a tomar conciencia de que mi formación era netamente de respuesta, no tanto de prevención. Y en la carrera tenemos un amplio abanico: el antes, durante y el después de la emergencia. Y en este tipo de experiencias como la que viví en Colombia me di cuenta del porqué de cada materia. |